El presente texto es de mi autoría y corresponde a fragmentos de los capítulos sexto y séptimo del libro “Contar cuentos, desde la práctica hacia la teoría”, editado por Paidós en el año 1999. Espero de este modo poder contribuir al enriquecimiento y desarrollo de las “Abuelas cuentacuentos” de la Fundación Mempo Giardinelli, institución que merece todo mi respeto y sincero afecto.
Ana Padovani


Capitulo 6

Los tesoros del Narrador

LA VOZ


(…)


La articulación


La emisión de la palabra no consta sólo del aire que la impulsa sino también de su articulación, lo que determinara un tipo distinto de dicción y por lo tanto, de inteligibilidad del sonido. Éste es un punto que el narrador, como el docente, el locutor o lodo aquel que use la voz en su desempeño laboral, tiene que tener muy en cuenta, porque, a veces, hay dificultades de pronunciación, articulatorias, de las que no se es consciente, pero pueden resultar muy desagradables para quien las escucha y, por otro lado, poco educativas, si se trata del maestro.


La articulación deberá ser clara para permitir que la voz fluya de la máscara hacia el exterior. Sería conveniente, por tanto, hacer algunos ejercicios con la mandíbula a fin de darle una buena movilidad. Por ejemplo:


a) Moverla hacia abajo, floja, sin producir tensiones en su base, tratando de que la lengua descanse plana en el piso de la boca.
b) Repetir el ejercicio con los labios cerrados, pero sin tensión.
c) Mover la mandíbula hacia ambos lados con la lengua en igual posición y luego con los labios cerrados.
d) Algunos ejercicios para mejorar la movilidad de los labios pueden ser: fruncir y distender los labios juntos: luego separados.
e) Juntos llevarlos a ambos costados: ídem separados.
f) Tapar el labio superior con el inferior y viceversa.
g) Para mejorar la movilidad de la lengua: con los labios separados sacar la lengua tratando de tocar el labio superior: ídem hacia abajo.
h) Con la punta de la lengua "barrer" el paladar.
i) Doblar la punta de la lengua detrás de los incisivos superiores y detrás de los inferiores.
j) Bordear los dientes con la lengua manteniendo los labios juntos sin apretarlos, hacia ambos lados.
k) Bordear los labios en forma circular hacia ambos lados.


Luego de efectuar los ejercicios convendría practicar algunas letras que presentan especial dificultad, cuidando la articulación de labios y maxilares, la abertura bucal, la colocación de la lengua, etcétera, para que los sonidos sean los adecuados. Por ejemplo, las letras que mayores problemas suelen ofrecer son la r, v, ch, II y sh. Esto habrá que considerarlo en relación con el grupo social de que se trate, por ejemplo, si se es cordobés o riojano, la r se pronunciara arrastrándola, como y. Del mismo modo, los porteños tienden a cambiar la y por la sh (sonido que, en realidad, no es castellano, sino inglés, si bien ahora se está aceptando en el castellano rioplatense).


Ejercitación


Convendría hacer algunos ejercicios para favorecer la correcta articulación, por ejemplo:


a) Repetir exagerando y ampliando la apertura y el cierre de la boca las sílabas: pra-pru-pri-pro, con diferencias de velocidad y acentuando cada vez una vocal distinta. Luego lo mismo con: cra-fra-gra-dra-tra
b) Para pronunciar correctamente la r intersilabica, repetir: arla trarlaerle trerle-irli trirli-orlo trorlo-urlutrurlu.
c) Repetir una frase para diferenciar y pronunciar correctamente la y, y la ll. Por ejemplo: "Ya llegó el show (no olvidar las diferencias regionales: en la Argentina se practica el "yeísmo" que transforma la ll en y).
d) Para ayudar a articular correctamente es interesante decir trabalenguas con velocidad creciente, abriendo la boca y articulando tal vez exageradamente al principio, para ganar en dificultad, pero también mejores resultados (por ejemplo: "Compré pocas copas, pocas copas compré, como compré pocas copas, pocas copas pagué").
e) Del mismo modo sería oportuno practicar juegos para flexibilizar las capacidades expresivas del sonido donde se pongan en juego diferencias de altura, intensidad y timbre. A modo de sugerencia: ¿Qué sonido haría una maquina de lavar del año 1900? ¿Y un hipopótamo en celo? ¿Un viejo triciclo oxidado? ¿Una licuadora a la que se le pusieron arvejas?, y otros. Sería interesante analizar los sonidos producidos para ver si son graves, suaves, agudos, etcétera.
f) Experimentar con sonidos graves y agudos para crear imágenes.
g) Hacer lo propio con sonidos fuertes y suaves para crear distancias.


Todo esto queda librado a la imaginación y a los deseos de jugar que cada uno tenga, así como su implementación a la hora de contar cuentos.


El ritmo


Una consideración especial merece el ritmo con que se emiten las palabras en su discurrir y que puede ser lento, rápido o con variaciones.


Para el narrador, este concepto es muy importante porque es bueno introducir cambios, no sólo de timbre, sino también de velocidad, de acuerdo con la índole de lo que se esta contando. Así, por ejemplo, en los cuentos de suspenso los climas pueden ir creándose con algunos silencios, prolongando la intriga del relato y luego imprimiéndole velocidad al referirse a los hechos que se desencadenan y precipitan la acción. No hay que olvidar el profundo valor expresivo del silencio: este puede estar cargado de significaciones y ser más elocuente que las palabras.


Todas estas modificaciones, si están bien pensadas, trabajadas previamente y obedecen al estilo del cuento, crearán mayor inicies y captarán la atención de quien escucha. Pero no se debe tratar de buscar un modo de hablar artificial o aprendido de memoria, sino que será el propio espíritu del relato y la disposición para entrar y dejarse llevar por él los que guiarán esta búsqueda.


Ejercitación


Propondremos ahora a modo de ejemplo algunos ejercicios para trabajar el ritmo:


a) Hablar con las pausas y cadencias propias de una locutora de radio FM que en un sábado por la noche anuncia un programa llamado "Solos en la oscuridad", o "Un bolero para ti", etcétera.
b) Rematar un objeto siguiendo el ritmo vertiginoso del rematador que está por bajar la bandera.
c) Hablar como un vendedor ambulante, el locutor de un partido de fútbol, etcétera.


El timbre


Con respecto a los timbres se pueden probar distintos resonadores: nariz, cabeza, procurando que la voz resuene allí (puede comprobarse apoyando la mano). No olvidar el trabajo de la cara, que está ligado a lo expresivo en cuanto a la interpretación de los personajes. Por algo se habla de "máscara": más-cara. Es decir que la voz íntimamente libada a la cara, al rostro del personaje que la emite.


Una especial mención merecen las onomatopeyas y los distintos sonidos que se pueden producir ayudando a sonorizar un cuento (viento, golpes de puerta, ventanas que se abren, etc.). Acá también es válido todo lo dicho sobre el placer del juego que esta práctica implica y, tal vez, es éste el motor principal.


El gesto


Ahora haremos referencia al otro tesoro del narrador: el gesto. Veamos primero lo que dice el diccionario:
Gesto (del latín: gestus). Gerére: llevar a cabo, conducir, mostrar actitudes. Expresión del rostro conforme a los diversos afectos del ánimo.
Ademán (del latín, A: desde; Manus: mano). Movimiento del cuerpo o de alguna parte suya, con el que se expresa algún afecto del ánimo o ciertos propósitos y resoluciones. Plural: modales (Enciclopedia Sopena, 1956).


Al referimos al gesto, lo haremos considerando la expresividad facial, y al hablar de ademanes, lo haremos refiriéndonos a los movimientos de las manos y el cuerpo.


Si bien podría contarse una historia valiéndose exclusivamente del movimiento corporal, como el maravilloso arte de los mimos, esto no sería narración oral. En ella, la voz, es lo fundamental: podría narrarse en la más absoluta quietud e igualmente se produciría la magia.


Aunque el gesto no tiene un valor esencial, tampoco por ello debemos descartarlo, sino procurar pensar cuál será su justa medida. Es un dato que acompaña, complementa o colabora: no es esencial pero puede ser muy importante si está bien utilizado, contribuye al logro total de la obra. Tendrá, por tanto que ser el más natural, espontáneo y libre de presiones. Por eso tal vez lo fundamental será dejar que fluya naturalmente y reparar si se siente alguna molestia (por ejemplo: "no sé qué hacer con mis manos"), o si se percibe o alguien hace notar que adquieren una relevancia no esperada, ya sea afortunada o perjudicial. No obstante, tal vez algunos pueden elegirse previamente como los más adecuados para potenciar una idea expresada con un movimiento apropiado.


Habrá que cuidar de no caer en una suerte de ilustración, explicando con gestos lo que se dice con las palabras. porque equivaldría a minimizar al auditorio. Tampoco para los niños muy pequeños es necesaria una gesticulación especial ni hablarles en diminutivos o de un modo particular. En general, entienden más de lo que se supone y, precisamente, ése es uno de los riesgos que corren las maestras jardineras y que puede constituirse casi en un vicio profesional.


Otro riesgo que a veces se corre con respecto al gesto y a los ademanes es que muchas veces aparecen como un equivalente a las muletillas en el habla. Es decir, que así como puede ser molesto y dispersar la atención escuchar repetidamente: "este...", o "entonces...", o "bueno", puede ser igualmente perturbador un movimiento exagerado o reiterado de las manos, el caminar hacia uno y otro lado, fuera del contexto propio que propone el cuento, o cualquier otro gesto o movimiento que tenga el valor de tic, por lo repetitivo, inconsciente y producto de un estado de ansiedad.


Con respecto a este tema valen también las consideraciones hechas en capítulos anteriores: todo dependerá del estilo que se adopte ante la peculiaridad que cada texto ofrece y de la propuesta personal de cada narrador. Es importante aunar la espontaneidad y el trabajo lo natural y lo adquirido. Una manera de lograrlo es estar atento a todo lo que se hace cuando se cuenta un cuento, a las sugerencias que puedan recibirse de compañeros o del coordinador (si se hace un taller de narración), o bien de amigos, del espejo o aun de una grabación, dado que los gestos son inconscientes en su gran mayoría y por tanto una observación exterior resulta beneficiosa….


…Buscar expresiones que indiquen fuertes emociones: repugnancia, dolor, rabia, placer. Ir complejizando estas experiencias sumándole otros estímulos, por ejemplo, ponerse un saco mientras se siente un fuerte dolor de estómago, abrir una caja cuando está lloviendo, mirar un libro cuando hay un olor desagradable, etcétera.


Capíulo 7

Misceláneas, comentarios, opiniones

Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos.
SÉNECA


¿Es fan válida la lectura de cuentos como su narración?


Con respecto a esto diré que creo en la lectura tan fervientemente como en la narración. Si se toma el libro por comodidad, creyendo que demanda menos trabajo que preparar el cuento para ser contado, en principio se está en un error, porque también la lectura tiene que ser preparada previamente para que sea eficaz. Si se lo hace por inseguridad o por no animarse a narrar, puede que a algunos les ayude, pero ello no les quitará el compromiso que esta práctica implica. De modo que no se trata de leer desentendiéndose del que escucha, porque la respuesta inmediata y lógica será la pérdida de la atención, sino de hacer de la lectura también un hecho expresivo. ¿Cómo? Leyéndola cuanto sea necesario con anterioridad, preparándola para encontrarle los puntos de inflexión del discurso, su ritmo propio, las voces o sonidos que la enriquezcan, las pausas necesarias. De ese modo, aunque la comunicación este mediatizada por un papel, no se interrumpe, los alumnos sentirán que les están contando un cuento porque su maestra los mira, siente, expresa lo que dice, aunque cada tanto dirija su mirada al texto que tiene en su mano. También se sugiere, sobre todo para los más pequeños, asociar la imagen del libro con esa fuente de tan hermosas historias como está conociendo: ello puede animar sin duda a su posterior lectura.


¿Qué opina acerca del uso de títeres u otros elementos?


Considero que pueden ser recursos absolutamente válidos según cómo se los use. Suelo utilizar esta técnica cuando se trata de niños muy pequeños, de dos años, que recién están adquiriendo el lenguaje y cuyo pensamiento es fundamentalmente melonímico. Cuando comencé a hacerlo advertí a los maestros que los primeros cuentos iba a narrarlos utilizando este recurso y luego seguiría haciéndolo solamente con las palabras, por lo cual si los más pequeños se distraían podrían retirarlos, y yo continuaría con el grupo de mayores. Para gran sorpresa mía, nunca se dio esa situación, comprobé que los niños de dos años siguen con igual atención los relatos si se los puede cautivar con la palabra tanto como con los muñecos.


La lectura, las láminas, la narración o el uso de algún títere o elemento, son distintos recursos que idealmente deberían poder ser usados por los docentes, sin atarse a normas, manteniendo la capacidad de juego, haciendo uso de la riqueza de posibilidades que cada recurso ofrece, para sorprender siempre a sus alumnos y mantener viva la llama del amor por los libros y las palabras. De modo que si se quiere usar elementos, éstos pueden ser utilizados para potenciar la imaginación: por ejemplo, una tela puede significar una bandera, un pañuelo, un delantal; un palo puede ser una espada, un bastón o un revólver pero eso será muy distinto a mostrar dichos objetos para ilustrar lo que se está diciendo con las palabras.


¿Es conveniente el empleo de las fórmulas de comiendo y cierre de los cuentos, el famoso "Había una vez... " y el "Colorín colorado...". por ejemplo?


No encuentro objeción ninguna en utilizarlas: muy por el contrario puede ser una forma casi mágica de propiciar el espacio adecuado para el cuento, de cerrarlo de un modo natural o bien de enlazar uno con otro.


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